La figura de Jesucristo hizo su aparición en el complejo panorama judío de principios de nuestra era. En Jerusalén se configuró la primera comunidad cristiana como una más de la sociedad hebrea, pero su rápido incremento y la incorporación a la misma de personas y elementos culturales no judíos comenzaron a marcar diferencias. El cristianismo también rechazaba ciertas manifestaciones greco-romanas y se mostraba especialmente intolerante con el paganismo, situándose muchas veces al margen de la sociedad.
El Cristo Pantocrátor es uno de los temas más repetidos y significativos, especialmente si se incluyen todas sus formas diversas: desde los grandes mosaicos y frescos, en los cuales el Pantocrátor domina en las cúpulas y en los ábsides de las Iglesias, hasta los marfiles y las monedas, en los cuales se encuentra la misma imagen sustancialmente idéntica a la de los iconos (o pintura de caballete), a la cual nos limitamos. Hay elementos permanentes, como el cabello en casco, la barba, la diestra bendiciendo, mientras que otros pueden variar parcialmente..
En el arte paleocristiano la pintura mural tendrá un gran desarrollo y fue importante en la decoración de las paredes y de los arcosolios (hueco arqueado que ramataba los nichos) de las catacumbas. La técnica utilizada se basaba en el trazo ligero e impresionista y de escaso cromatismo, dado que se valoraba más el significado religioso que la belleza formal o la representación de la realidad. En cuanto a contenidos éstos se basaron, en principio y con el fin de que el mensaje cristiano pasara desapercibido, en la cristianización de iconografías paganas, como el caso de Orfeo (músico mitológico que atraía a las fieras a sus pies despojadas de su ferocidad) que se convierte en personajes de la tradición cristiana como David o el mismo Jesús. El tema más frecuente fue la representación del Buen Pastor, apareciendo también figuras como la del Orante o la de una variada gama de animales (paloma, ciervo, pavo real o pez) que simbolizan a Cristo, al alma, etc. También aparecen temas de carácter bucólico o el crismón (monograma de Cristo formado por el enlazamiento de las iniciales de su nombre en griego, de las que suelen pender también la primera y la última letra - alfa y omega - del alfabeto griego que vienen a definir a Jesucristo como principio y fin de todas las cosas)
Nos encontramos ante un tema muy frecuente en las representaciones pictóricas paleocristianas: el del Buen Pastor. La obra que nos ocupa refleja claramente la técnica de los primitivos pintores cristianos, que era la misma que la de los romanos paganos pero condicionada ahora por la espiritualidad y el fervor religioso que hace, como en este caso, que las figuras, bastante planas, pierdan clasicismo y ganen espiritualidad. Aquí el Buen Pastor aparece como un Cristo imberbe que lleva sobre sus hombros un cordero, igual que los moscóforos griegos (representación escultórica de un hombre joven que lleva sobre sus hombros un ternero o un cordero y que aparece en el arte griego a partir del siglo VII a. C.) Estamos, pues, ante un ejemplo evidente de cristianización de un tema pagano, algo habitual en las manifestaciones artísticas de los primeros cristianos.
Según los estudios bíblicos existieron las seis vestimentas de Jesucristo: La vestimenta espléndida, El manto escarlata, Su propia ropa, La túnica, Las enagüillas, Los lienzos
Jesucristo llevó la ropa espléndida de un Herodes, el orgullo y la soberbia de la humanidad sin Dios. El Señor se dejó poner el manto de escarlata de los soldados, el odio abismal y la brutalidad de la vida humana. Jesús llevó Su propia ropa: Se hizo completamente hombre. El Señor llevó una túnica sin costura: Él es el verdadero Sumo Sacerdote. En la cruz, solamente llevó enagüillas. Jesús no solamente cargó sobre él los pecados, sino también el pecado original. El Señor en su muerte llevó lienzos, los cuales dejó en Su resurrección. Jesús es el cumplimiento de la Ley.
Ahora, cada hombre nacido de nuevo es llamado a despojarse del viejo hombre y a vestirse del nuevo hombre en Cristo: „Despojaos del viejo hombre, que está viciado conforme a los deseos engañosos, y renovaos en el espíritu de vuestra mente, y vestíos del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad
En concreto, en el arte bizantino y románico, con el término pantocrátor se designa la imagen con que se representa al Todopoderoso, Padre e Hijo, es decir, Creador y Redentor. La figura, siempre mayestática, muestra a una u otra persona divina en similar actitud: con la mano diestra levantada para impartir la bendición y teniendo en la izquierda los Evangelios o las Sagradas Escrituras. En ocasiones, se representa sólo el busto; otras veces, la figura completa entronizada que, cuando se trata del Padre, sostiene en sus rodillas a Cristo hijo.
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